terça-feira, 29 de dezembro de 2009

Tubinhos

Tubinhos da vez

Tubinhos da vez

Vestido

de crepe de seda, Mabel Magalhães, R$ 1 263. Cinto, Vânia Nielsen, R$ 750, Conceito Showroom.

*preços pesquisados em setembro de 2009

Tubinhos da vez


Vestido

de algodão, Cori, R$ 1 300. Cinto de couro, FH por Fause Haten, R$ 332.

*preços pesquisados em setembro de 2009

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http://revistaestilo.abril.com.br/moda/primavera-verao-2010/?ctd=1&ft=085_moda-roupas-vestido-tubinho-daniella-cicarelli.jpg&inc1=vestido-longo-505488.shtml


terça-feira, 22 de dezembro de 2009

Elegancia y sentido crítico

(Por: Marinella Calzona, asmoda.com, 2008-02-28)

Seguir la moda hoy y ser elegante precisa de un gran sentido crítico: los estampados con grandes flores, los lisos de tonos violentos, los tejidos de red, los encajes y las transparencias, los corpiños imitación guêpière, las prendas íntimas que se convierten en vestidos, los zapatos bordados, los vaqueros con incrustaciones de cristal, los ombligos al aire, etcétera, son elementos “de riesgo”.

Algunos son absolutamente rechazables, otros podrían ser tomados en consideración sólo después de haber pedido consejo con humildad.

La moda tiene necesidad de mostrarse y de exhibirse a sí misma. No así la elegancia que huye de la ostentación. Ser elegante es pasar desapercibido y ser recordado por la discreción personal. La elegancia es natural e inconsciente: quién la posee no habla de ella, quién es elegante no está preocupado por lo que lleva puesto. Para llevar con elegancia un sombrero se debe olvidar que se lleva puesto; para llevar sin ostentación una bonita joya, es necesario que sea considerada como un objeto bello que adorna, no el signo del valor económico o social personal. Hay que olvidar que se posee.

La elegancia no se puede explicar. Como la belleza, sólo se puede mostrar. No es codificable. No se puede elaborar un prontuario al cual acudir en caso de duda; la persona elegante encuentra en sí misma el modo de comportarse y de vestirse. Es, sin embargo, un pequeño código personal que se alimenta de la experiencia, el recuerdo, la tradición personal; se nutre desde la percepción interior de lo bello, de la costumbre personal del gusto por lo bello. Un pequeño código que, cada día y con medida, se va renovando; no es elegante el que viste siempre de la misma manera, repite siempre los mismos gestos, se comporta siempre del mismo modo, sino quién, en nuevas circunstancias, sabe encontrar el nuevo modo de comportarse, se renueva. La elegancia se mueve, por tanto, entre el ritmo tradicional y las tensiones de lo nuevo.

La elegancia tiene como presupuesto que el traje responda a la edad, a la personalidad, conformación física de quién lo lleva y, además, se encuentre en armonía con el lugar y la circunstancia en los que se lleva. Se desvela, además, por los detalles, es la suma de pocos y pequeños elementos: una joya, un cinturón, los zapatos o el bolso, el peinado, etcétera.

Ir “a la moda” no es siempre ser elegante. A menudo la moda es un factor de... falta de elegancia si no es filtrada por los criterios estéticos personales: un depósito de moda que consiste en la propia esencia, la forma de presentarse, actuar, moverse y vestirse que han originado en cada uno su estilo personal.

Si aquello que está de moda es por sí mismo elegante, incluso quién no tiene ese estilo corre pocos peligros al llevarlo... pero si la moda de por sí no lo es, es muy fácil caer en la vulgaridad. Seguir la moda hoy y ser elegante precisa de un gran sentido crítico: las reproducciones de escamas de lagartos y serpientes; los tejidos de red, encajes y transparencias; las reproducciones de los bosques en los tejidos; los corpiños imitación a guêpière; las prendas íntimas que se convierten en vestido; el calzado trabajado, bordado y estampado; la cintura cada vez más baja que deja al aire el ombligo, “incluso el de la embarazada”, etcétera, son elementos que necesitan una fuerte valoración crítica porque son o pueden estar, ellos mismos, faltos de elegancia, si no vulgares.

Quién tiene estilo se mantiene lejos de todo ello y tomará de esta modernidad un pequeño detalle que no desentone con la propia personalidad, edad y situación social. Quizá antes de hacerlo sabrá pedir consejo con humildad.

domingo, 20 de dezembro de 2009

S.O.S., dejadnos ser madres

 
(Por: Jorge Enrique Mújica, Colaborador de Mujer Nueva, 2008-03-07)

El hombre y la mujer no son, no eran, ni serán nunca iguales (que no significa que no tengan igualdad de derechos y responsabilidades). La impronta física del nacimiento, reflejo externo de lo más hondo que existe en cada hombre y mujer, su alma, nos lo hace evidente; el ser humano es un ser sexuado sólo en dos modos posibles, hombre o mujer. 

El afán por sembrar la confusión ha llegado hasta la negación del primer valor, del más excelso don de la feminidad, de su ser mujer: la maternidad. 

Hoy en día las políticas familiares de muchos países la han desprotegido; buena parte de la opinión pública joven femenina la ha venido minusvalorando y tomando como muro de contención que imposibilita el ulterior desarrollo profesional. No se promueve en foros mundiales, vende poco en televisión, el cine la ha olvidado como argumento central, no se anuncia en centros comerciales ni es portada de diarios y revistas… Se ha tomado como un anti-valor, como una decisión poco moderna, como una condena. 

Y sin embargo, poco a poco, parece encenderse otra vez la luz de la esperanza que no hace sino recordar que la mujer también tiene el derecho, el más noble, a que no se desvirtúe ni se “ideologice” la maternidad. Son pequeñas sacudidas “sísmicas” de voces femeninas con resonancia pública que quieren reivindicar el orgullo de serlo.

Ahí está la octogenaria Ivonne Knibiehler, historiadora francesa y conocida figura del feminismo, quien en entrevista al diario Le Monde declaró que “La maternidad seguirá siendo una cuestión capital de la identidad femenina”. “El feminismo debe en primer lugar repensar la maternidad; todo lo demás será por añadidura”, ha precisado. 

O ahí está también la ex periodista premio Pulitzer y ahora escritora asistente para la universidad de Stanford, Catherine Ellison, quien aventurada en la barca de la maternidad ha escrito “La inteligencia maternal”, un libro donde asegura que la maternidad hace a la mujer más capaz.

Otra mujer, Elise Claeson, periodista sueca de unos de los principales periódicos nórdicos, el Svenska Dagbladet, ha alzado la voz en una de sus columnas al escribir: “Oídnos, queremos ser madres”. Eva Herman, durante 18 años reconocida presentadora del informativo más visto en la televisión alemana, ha salido de lo políticamente correcto al escribir para la revistaCicero que abandonar el hogar no es un imperativo categórico. A la par que en Alemania salía su libro “El principio de Eva”, en Suiza aparecía “Ama de casa, el mejor trabajo del mundo”, de Marianne Siegenthaler, con buena acogida por parte de las “managers domésticas”. 

Perspectivas de mujeres como las mencionadas reivindican el papel de la maternidad en la sociedad; hacen recordar que el verdadero feminismo aboga por una revalorización de la dignidad, del papel y de la vocación de la mujer. Es cierto que la maternidad es también una vocación que implica deberes, pero son esos deberes precisamente los que la hacen más noble, más loable, más ella. Y es que sólo una mujer puede ser madre. Sólo ella es capaz de dar lo que únicamente dan las “mamás”: su maternidad. 

La mujer tiene el derecho a no ser influenciada por quienes hacen ver el tesoro de la maternidad como una carga, una condena, una actitud poco moderna. 

sexta-feira, 18 de dezembro de 2009

Para ser adorável como Audrey...



































quarta-feira, 16 de dezembro de 2009

Vestidos de verão - com a ajuda em pesquisa de Alessandra Leão

Vestidos femininos, delicados e que não ferem o pudor.




















Com um bolero ou casaco, iria ficar perfeito.


E este para grávidas:

Outros posts têm boas referências também:









E, procurando pelo label "vestidos", acham-se facilmente outros modelos.



Roupa para ir à Santa Missa






Também relembro aqui dois looks que já constaram deste blog, recomendados para o trabalho, mas que servem para a Missa:






Também várias saias no nosso blog postadas e mesmo calças compridas mais folgadas, decentes.

Não nos esqueçamos, igualmente, do piedoso costume de cobrir a cabeça com um véu ou um chapéu. Embora não obrigatório pelas atuais disposições canônicas, o véu é um poderoso sinal de modéstia e fé cristã.